domingo, 6 de octubre de 2013

En un lugar inexistente...

Yo tenía los ojos cerrados, no sé porqué, pero lo hice. Estábamos los dos bajo las estrellas, tu respiración frente a la mía, mis piernas entre las tuyas, envuelta en tu cálido abrazo. Sabía que me contemplabas en aquella oscuridad iluminada, pero no tenía fuerzas para romper el hechizo, ni quería. Solo allí, los dos juntos, podía pensar en tu aroma que tanto me había hecho soñar y en tus labios que tanto me habían hecho suspirar. Solo allí, contigo, podía olvidar las preocupaciones momentáneas. Sentí tu mejilla contra la mía, tus cabellos rozando mi cuello, me estreché más, intentando desaparecer, anhelando ser parte de aquel corazón latente que te hacía temblar irresistiblemente en un instante. Desaparecer... desaparecer... Sí, eso es lo que quería, dejar de existir, llevarte lejos, a algún lugar donde solo nosotros, y las estrellas, fueran testigos del pecado que cometo cada vez que digo que te quiero, de mis lascivos pensamientos cuando juego con tus dedos, de las profanaciones a las que me llama tu cuello...



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