martes, 25 de marzo de 2014

Personas del mundo

El viernes pasado, fui a merendar al centro de la ciudad, a casa de mis abuelos. Me encanta ir en autobús porque puedo observar a gente desconocida y aprender de ellas, o imaginar sus vidas, o simplemente disfrutar de la curiosidad que en mí suscitan. Tenía que coger un circular, el C4, yo sé más bien poco sobre todo esto... así que me senté y miré a la gente que viajaba conmigo. A las pocas paradas entraron un par de personas mayores, me levanté para dejarles el sitio y aunque uno de ellos me discutió un poco al final aceptó. Fue muy simpático, y cuando su acompañante se bajó me indicó que ocupara el asiento junto a él. Después entró otro hombre mayor, y volví a levantarme para que se sentara en mi lugar, pero el señor se negó en rotundo y dijo que él prefería estar de pie. Cuando volví a sentarme el hombre simpático a mi lado sonrió y me susurró que algunas personas mayores no les gusta que les cedan el asiento porque piensan que aún no están tan viejos para eso, nos reímos bastante. Me fijé en los zapatos deportivos que llevaba el hombre de pie junto a nosotros, y luego en los zapatos arreglados del señor simpático, cuando yo sea mayor me encantaría que mi marido llevase unos zapatos así, me recordaron a mi propio abuelo. Me habría gustado preguntarle su nombre, pero no me atreví, así que bajé en mi parada y me despedí de él con un sonriente "adiós", el me devolvió un "hasta luego" y yo deseé, y deseo, que volvamos a encontrarnos. 

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